LA VUELTA A LA PISCINA

Hace ya unos años que cerró el gimnasio que tenía al lado de mi casa y al que yo iba a nadar en su piscina. Ese gimnasio estaba dirigido por un señor que ya tenía una edad y que parecía que no le gustaba demasiado pasar demasiado tiempo en el gimnasio, más que nada porque siempre que iba al gimnasio nunca solía verlo y cuando lo veía era porque subía a su casa que estaba justo encima del gimnasio. En esa época el hijo del dueño del gimnasio estaba compitiendo en la prueba de fuerza del strong-man y al parecer el hijo era bastante bueno en este tipo de pruebas y acabó ganando el campeonato de españa y su padre no podía esconder su orgullo, ya que contactó con una empresa de impresión sobre soportes flexibles para que imprimieran unas fotos de su hijo con el trofeo y cinturón de campeón. Mientras estuve en el gimnasio hasta que cerró sus puertas, los trofeos de esta competición estaban expuestos en una estantería y como me llamaba mucho la atención le pedí permiso al hijo del dueño para poder hacerme unas fotos con el cinturón de campeón, como si fuese un boxeador que acaba de ganar el título.

Por desgracia el gimnasio terminó cerrando un poco antes de que llegase la pandemia, y desde ese entonces no he encontrado una piscina en la que poder ir a nadar, ya que las piscinas municipales que hay en mi ciudad me quedan bastante lejos de mi casa. Pero ahora que han abierto una senda verde muy cerca de mi casa, ese camino me lleva casi directo a una de las piscinas y es factible hacer los dos kilómetros que me separan de la piscina en bicicleta. De esta forma podré hacer un poco de ejercicio extra, ya que podré andar un poco en bici y también nadar que lo echo de menos más de lo que os podéis imaginar. Meterme en el agua era el mejor momento del día con mucha diferencia, no puedo explicar muy bien la situación pero era como adentrarse en otro mundo.